martes, 22 de abril de 2008

Kilos

Ahí se encontraba Andoni, levantador de piedras... hace años. Ahora era un nonagenario arrugado y lampiño, apoyando sobre un bastón su enorme cuerpo doblado por la columna.

Las nuevas generaciones entrenaban en la larra, muchachos grandotes y colorados que sudaban la gota gorda de tanto levantar cosas en contra de la gravedad.

Ya débil físicamente con la edad, había sustituído el levantar piedras por el levantar cabreos con su lengua viperina y su malhablada crítica. Unos se lo tomaban con humor, otros no tanto cuando el viejo no tenía nada más que hacer en todo el día que plantarse a mirar y a soltar improperios a aquel con quien la tomase.

-¡Venga gordinflón, desgraciado, que te parió una ameba, hasta yo levantaba eso con una mano si no fuera porque la necesito para sujetar mi bastón!

- Será porque la otra la ocupa en agarrar la botella de vino, viejo decrépito.

- Me cago en la hostia, aborto de ameba, no me provoques que todavía puedo llevar 90 kilos... desde ese montón de leña hasta el río.

-¡En un año si no muere por el camino!

-En cinco minutos.

El joven observó la distancia -unos 200 metros- y, dejándose llevar por la ira, le retó.

-Déjalo, no tiene sentido - intentaban convencerle sus compañeros-, no tiene sentido retar a un viejo, no vas a ganar nada. Se va a reir más de tí.
-Ese viejo aunque mal hablado, no está loco, tiene la cabeza bien fría, si te reta es porque de alguna forma sabe cómo ganarte la apuesta, no aceptes Aritx.

Pero éste no hizo ni caso a los consejos, quería humillar al viejo y tener un motivo para que su autoestima se viniera abajo y dejara de incordiar. Le impuso ciertas condiciones, por si el viejo intentaba hacer alguna triquiñuela, debía de llevar él mismo el peso, en 5 minutos como dijo, sin ruedas ni utensilios.

El viejo se levantó y tiró su bastón al suelo. Acercándose al montón de leña seleccionó varios trozos haciéndolos oscilar en el aire, hasta que eligió uno, no muy grande, con el que se quedó. Con él bajo el brazo empezó a caminar cojeando hacia el río, seguido por los jóvenes, que se partían de risa.

-¡Bravooo! Pero ese tronco no pesa ni dos kilos.

-Más que suficiente, yo peso 89... más el tronco... he movido 90 kilos, aborto de ameba.

Desde luego que no fue aceptada la trampa, pero se quedó tan pancho el viejo como si hubiera ganado.
Estos tramposos se creen más listos que los demás, y de su juego sucio sacan su trofeo imaginario. Se creen que ganar una carrera de una vuelta al estadio tomando un atajo es inteligencia si son ellos los que hacen la trampa, inaceptable si la trampa la hace otro, porque la trampa está al alcance de cualquiera.

2 comentarios:

Zuviëh dijo...

Qué abuelo más simpático. xDD

¿Es el tuyo? :P

Herel dijo...

No, es todo inventado.